nonemile

03 abril 2008

La melodía estaba siendo un bálsamo para los nervios que habia acumulado durante el día.
La policía habia irrumpido en el instituto para interrogar a varios jóvenes, entre ellos Robert, acerca de unos incidentes en la plaza mayor la noche del sábado. Pero ahora no existía nada más, solo su música, todo era tranquila emoción destilada de sus dedos, le encantaba evadirse de todo y de todos almenos media hora al día, y en ese momento estaba a punto de lograrlo pero el estruendo de un jarrón haciendose añicos dos metros a su espalda le arrastraron de la paz al sobresalto, y aquellos ojos al miedo, y aquel fusil al terror descontrolado.

02 abril 2008


Robert no se empezó a preocupar hasta dos días antes de la tragedia, siempre había pensado que las cosas tienen siempre solución, y no le daba muchas vueltas al asunto.
Después de trabajar, llegaba a casa, se cercioraba que sus manos estaban bien limpias, y se sentaba al piano. Adoraba aquél piano, roble amanzanado, el olor imperturbable del buen barniz del señor Alan, y esas teclas, maravillosas, relucientes, como adoraba esas teclas. Sabía que sentado a ese piano había aprendido a superar sus miedos y a olvidarse de todo lo que restaba a su alrededor, tocaba y en su cabeza solo sentía el repicar de los dedos en su cansado piano.
El chico era consciente de la presencia casi efímera del perfil de su madre tras el linde de la puerta, observándole, con los ojos temblorosos, de los que acostumbraba a deslizarse alguna lágrima perdida.