De repente sentir algo tan intenso que podría dejarte sin respiración, debe ser aterrador.
La vida te baila y el mundo se mueve tan rápido bajo tus pies que nunca sabrías decir donde encontrar el norte, nada te importa más que intentar aplacar esa enorme presión en el pecho, en tus ideas, hasta en tus movimientos, esa sensación te ha dado caza sin saber por qué, y no te la puedes quitar de encima, es una muerte lenta, agónica, de la que pareces alejarte unos segundos, sólo si esa droga a la que acabas de sucumbir se te acerca.
Arriesgarías todo lo que tienes por un poquito más, de hecho, ya lo has puesto en venta, no has vacilado demasiado en ignorar las cosas negativas que esta adicción puede acarrearte, pero nada importa, solo aplacar esa presión del pecho, de tus ideas, de tus movimientos.
Y cuando lo consigues, siempre momentáneamente, todo es aire, emoción, esa presión se convierte en un cosquilleo incesante y las palabras se te van, no sabes donde estás pero tampoco te importa mientras tu droga siga dándote el efecto que necesitas, pero no siempre ese efecto deseado es el que te da, a veces el miedo o la necesidad te trastocan, y ese golpe de aire caliente estropea la brisa que te daba vida, y te hundes en mitad de ese paraíso, y la presión vuelve, y la droga no funciona, y de repente te asusta todo lo que estás dejando atrás, aunque nunca dejas de aferrarte a ella, por mucho que pese tu corazón no la dejarías caer jamás, porque sabes que esa brisa que anhelas puede ser eterna, aunque nadie más lo vea en el reflejo de tus ojos.
Aire, plenilunio.
20/04/07